Los coches eléctricos llegaron para revolucionar el mundo del motor. Del mismo modo que las baterías de nuestros teléfonos móviles u ordenadores, entre otro sin fin de aparatejos, las de los vehículos eléctricos, son indispensables. También, ofrecen una autonomía que, si bien ha mejorado notablemente con los años (y seguirá haciéndolo), no es una de las mejores prestaciones de este tipo de vehículos. Aun así, los coches eléctricos, están a la orden del día, ganan en popularidad y evolucionan favorablemente.
Aunque para una parte de la población esto de los coches “a pilas” todavía suscita controversia y genera grandes dudas, la realidad nos muestra que para la mayoría son la solución ideal contra el cambio climático y la reducción de la huella de carbono, en cuestiones de movilidad. Siendo así, es natural que las grandes empresas de automoción apuesten por la electricidad para sus vehículos y desdeñen el combustible fósil en sus diseños. No obstante, las baterías de los vehículos eléctricos corren a cargo de otras compañías que se ocupan de las cuestiones tecnologías y desarrollan los avances que hacen posible que llegue a todo el mundo. Aunque nadie nos dice que en muchas ocasiones, las baterías de estos vehículos, valen más que el vehículo en cuestión.
La revolución en el mundo del motor, no solo ha afectado a los consumidores y la industria per se. Los mecánicos y profesionales que se encargan de solventar todo los problemas que acucian a estas máquinas de transporte, han tenido que reinventarse y cambiar o ampliar todos sus conceptos de mecánica por los de electrónica. Como sucede en talleres profesionales como Talleres Paiz que combinan la mecánica tradicional con la moderna para poder prestar los servicios que la sociedad actual, demanda. Todo esto constituye un arma de doble filo, pues cada vez puede resultar más complicado mantener un coche clásico (ya podemos considerar clásicos a los coches de gasolina o diésel) y hacerle los ajustes necesarios, a consecuencia de este cambio de mecánica.
Como decimos, la revolución pasa por la evolución, necesaria, de las baterías que utilizan los coches para poder moverse. No las de toda la vida, las recargables que convierten a un vehículo en una suerte de aparato recargable que se queda sin pila en el momento, menos oportuno.
De la tierra al cielo con las baterías condensadas
Eso presuponen las nuevas tecnologías y los avances que del sector de la automoción nos llegan. Las grandes empresas dedicadas a la producción de baterías eléctricas para coches ídem, han desarrollado una batería tan potente que promete una más que elevada densidad energética. Es tal su capacidad que podría hacer volar a los aviones.
El gigante chino de las baterías CATL, ha anunciado recientemente que un avión de cuatro toneladas ha podido volar gracias al uso de las baterías consensadas de ultra alta densidad. Con lo que se espera que de aquí a unos años, se pueda aumentar el peso de la aeronave y su autonomía, concediéndolas la capacidad de poder operar con este tipo de aviones. Lo que se supone sería un bien para nuestro medio ambiente.
Hace poco más de un año, esta misma empresa, anunció a los cuatro vientos que su batería condensada posee más del doble de la cantidad energética que posee cualquier otra batería existente en el mercado. Unos quinientos Wh/kg, frente a los, como mucho cincuenta que puede tener una batería de coche típica de ácido de plomo. En tanto que las baterías fabricadas con iones de litio para coches eléctricos como el Tesla Model 3, pueden alcanzar doscientos sesenta y cinco. Quedándose en poco más de la mitad de la capacidad que presenta la batería condensada.
La compañía desarrolladora, sostiene que el diseño se realizó teniendo en cuenta la seguridad y el peso, para poder considerarse de grado aeronáutico, con la expectativa de que sea utilizada en la categoría de las aeronaves limpias.
Este tipo de baterías, resulta más segura que las baterías actuales en uso y, por supuesto, más eficientes. Se aprovechan los electrolitos de estado condensado biomiméticos (no tenemos muy claro de que va esto) de alta conductividad para construir una estructura de red autoadaptativa a nivel micrométrico que posibilita el ajuste de las fuerzas interactivas entre las distintas cadenas. Lo que se traduce en un rendimiento conductivo de las células y la eficacia en el transporte de iones de litio, aumentando la estabilidad de la microestructura.
En palabras llanas, cuenta con una densidad energética de quinientos Wh/kg, como ya hemos dicho anteriormente, mientras que la media de las baterías de iones de litio se queda en los doscientos. Como excepción, la batería de NIO que alcanza los trescientos sesenta y vale tanto como un coche.
Esta batería semisólida, permite, según sus creadores, que los vehículos eléctricos dispongan de una autonomía que les permita recorrer mil kilómetros sin tener que para a recargar. Aunque no todo es tan bonito como lo pintan y uno de sus contras irrefutables es que para poder alcanzar esos mil kilómetros de autonomía, el coste a asumir no es asumible. Se estima que para alcanzar dicha autonomía, la batería debe contar con una capacidad de ciento cincuenta kWh, cuyo coste se equipara al valor de un Mercedes Clase A.
Esto me recuerda al dicho aquel de “eres más tonto que Abundio que vendió el coche, para comprar la gasolina”. Al final todos seremos un poco Abundio si nuestra intención es tener la mejor batería del mercado, sin olvidar que habrá que hipotecarse para poder pagarla.
De la utopía a la realidad
No vamos a negar que para la gran mayoría, el coche eléctrico es un sueño hecho realidad. Desde que algunas generaciones lo viéramos volar en las películas de ciencia ficción, la idea de poder tener un coche que no necesita gasolina era una utopía inalcanzable. Resultó ser que no. El coche eléctrico era posible y a la vista está. Cada vez son más sus usuarios y mejores sus prestaciones. Sin embargo, también nos queda claro que tener un coche eléctrico que ofrezca las mismas prestaciones en autonomía que uno de combustión, no es algo asequible a todos los bolsillos. El coche eléctrico más accesible se queda en poco para los amantes de la automoción.
Sabemos que las baterías que ofrecen un mayor rendimiento, con más de cien kWh de capacidad, se reservan a los vehículos de alta gama, asociados o vinculados al lujo y el alto poder adquisitivo. Grandes coches, en tamaño y prestaciones de la categoría de un Mercedes EQS o un BMW iX. Lo que hace más factible que ciertamente, este tipo de baterías tan ideales, tengan otro público objetivo que el común mortal y sus utilitarios: el sector de la aviación.
La aviación eléctrica ya ha dado sus primeros pasos con un pequeño radio de acción que no supera los cuatrocientos kilómetros. Mientras que para los vuelos de un recorrido de dos mil kilómetros, los avances se realizan en aparatos pequeños que, aun así, requieren varias jornadas para recorrer la distancia.
Todo un camino por recorrer para la aviación y un avance para la automoción que, posiblemente podrá contar en poco tiempo con baterías que proporcionen una mayor autonomía. Lo más negativo de todo esto, son los citados costes a los que hemos aludido anteriormente. Demasiado elevados para poder incluir este tipo de baterías en los vehículos eléctricos más normalitos. Como siempre, las mejores prestaciones, se pagan y el resultado es la patente desigualdad entre clases.
Si analizamos los aspectos medioambientales de esta cuestión, se supone que los vehículos eléctricos contaminan mucho menos que los de combustión. Esto es un hecho constatado. Los coches eléctricos suelen emitir cero emisiones. Ahora bien, hay que tener muy presente, que se nos olvida, que la fabricación de estos motores y, por supuesto de sus baterías, contaminan mucho más que la de vehículos de combustión. Sin olvidar (que también se nos pasa por alto) que la destrucción e incluso el posible reciclado de las baterías, resulta mucho, mucho, mucho, más difícil y contaminante.
El resultado de tanto avance, se traduce al final en cifras. Aunque se nos cuente el cuento de la sostenibilidad, futura porque actual es difícil, en ciertos sectores no se aboga tanto por erradicar la huella de carbono hoy por hoy. Las cifras y las cuentas bancarias se imponen a todo lo relacionado con la sostenibilidad. Se demuestra claramente cuando se desarrollan y fabrican productos destinados a abolir la huella medioambiental o minimizarla, aunque esto está por ver, de los que solo pueden disfrutar unos pocos privilegiados.
Siendo esto así, no es de extrañar que luego se diga que las clases bajas son las que más contaminan o menos medios ponen para minimizar su impacto en el planeta. Estas personas, no reciclan, mantienen sus vehículos geriátricos que despiden monóxido de carbono por tres y viven con lo básico, sin tener mayor opción. Al final de eso se trata de que la batería, sea más costosa que el coche y si no quieres contaminar sin perder autonomía, debes pagar un precio muy alto para ponerte la medalla de contribución a la sostenibilidad.