Qué bonito suena eso de ser artesano ¿Verdad? Te imaginas a ti mismo pintando, o con las manos llenas de barro, el olor a madera recién cortada, una aguja deslizándose con cariño sobre una tela… Se respira el ambiente relajante y amoroso, y, además, sabes que harás algo único y con identidad ¿No es genial? Sin embargo, no todo es de color rosa. Cuando pasas del hobby al negocio, descubres una cara mucho más difícil de todo esto: trabajar sin cobrar por adelantado. Aceptar encargos con ilusión y ver cómo la cuenta se queda tiritando mientras tú produces sin parar. Esa es la pesadilla de muchos artesanos, y por desgracia, yo la he vivido en primera persona.
Así es… Lo que al principio parecía un sueño (poder vivir de lo que hacía con mis manos) se convirtió en una especie de carrera de fondo en la que siempre iba por detrás del dinero.
¿El motivo? La mayoría de los encargos se pactan sin ningún pago por adelantado, ¡Ni siquiera con una señal! Y tú, que ya has dejado tu trabajo anterior, que has apostado por esto con todo, te ves obligada a seguir produciendo… mientras el ingreso, simplemente, no llega.
Cuando tener trabajo no significa tener ingresos.
Este es uno de los grandes malentendidos que sufre cualquier persona que trabaja por encargo. Desde fuera, todo parece ir bien: estás llena de pedidos, tienes lista de espera, tu nombre empieza a sonar en círculos especializados, incluso te hacen alguna entrevista en un blog de diseño. Pero por dentro estás haciendo malabares para pagar el alquiler del taller, reponer materiales, pagar los autónomos, y sobrevivir. ¿Por qué? Porque no has cobrado nada todavía.
Por desgracia, en el mundillo artesanal esto es más común de lo que parece. Una tienda te pide 40 piezas personalizadas, una empresa quiere 200 tazas serigrafiadas para un evento, una galería te encarga una colección… pero el pago siempre viene después. A veces, incluso te piden factura con vencimiento a 60 días. Otras veces, directamente, te entregan un pagaré, como si tuvieras el músculo financiero de una multinacional. Y ahí estás tú, con los pies en el torno o la espalda doblada sobre el banco de trabajo, cumpliendo tiempos, gastando, cuidando cada detalle, mientras lo único que no se mueve es tu cuenta bancaria.
El romanticismo del oficio no paga facturas.
Se habla mucho del valor de lo artesanal, de que hay que apoyar a los pequeños creadores, y que detrás de cada pieza hay una historia, un oficio, un alma ¡Y es cierto! Sin embargo, muchas veces ese discurso no va acompañado de condiciones justas. Hay quien piensa que al artesano le basta con la visibilidad, con el aplauso. Que trabajar con las manos es tan satisfactorio que el dinero puede esperar. Pero no, no puede.
Ser artesano no es vivir en un cuento: es ser gestora, vendedora, fotógrafa, contable y creadora. Es pagar IVA, IRPF, seguros sociales, hornos que se rompen, tintes que se acaban, herramientas que hay que renovar. Es asumir gastos cada mes, tengas ingresos o no.
Y cuando los ingresos dependen de que termines un encargo que lleva semanas, o de que alguien decida pagar dentro de dos meses, se genera una presión brutal. Te despiertas con ansiedad, trabajas con prisa, aunque hagas cosas delicadas, y muchas veces te preguntas si de verdad esto es sostenible.
Mi experiencia con los pagarés.
Uno de los momentos más surrealistas que viví fue cuando una empresa me encargó una colección limitada de platos ilustrados para una campaña publicitaria. Yo acepté feliz: era un pedido grande, una oportunidad buena para crecer y para tener visibilidad. Hice todo el trabajo a tiempo, cumplí con todo lo que pedían. Y cuando me enviaron el pago… era un pagaré. Un documento a 90 días. Como si mi horno eléctrico pudiera funcionar con paciencia en lugar de electricidad.
En ese momento me vi bloqueada ¡No podía esperar tres meses! Tenía que comprar más material, pagar proveedores, y literalmente no tenía fondos. Ante este caos, una compañera de feria me recomendó que hablara con una empresa especializada en el tema, y buscando, di con WorkCapital, expertos en financiación de empresas. Me explicaron que existían servicios que se encargaban de adelantar ese dinero sin pasar por el calvario de los bancos, así que lo probé por necesidad y funcionó.
Sinceramente, esa solución era lo que más necesitaba en ese momento, pero hoy en día mi mejor consejo es que directamente no aceptes este tipo de “pagos”. Los pagarés son para otro tipo de empresas, créeme.
El momento más duro no es empezar, es seguir.
Empezar con ilusión un negocio artesanal es relativamente fácil: tienes una idea, abres perfiles en redes, haces tus primeras piezas, y poco a poco vas consiguiendo atención, pero lo verdaderamente duro viene después. Cuando ya estás dentro y ya no puedes volver atrás, cuando has apostado todo y descubres que el problema no es encontrar clientes… sino aguantar el ritmo sin ingresos inmediatos.
Ahí es donde muchos compañeros deciden poner candado a sus sueños. Me da mucha pena, porque cierran sus perfiles, cancelan encargos, devuelven el taller y vuelven al trabajo “seguro” que te da un salario todos los meses, y no por falta de talento, sino por falta de solvencia… ¡Es tan injusto!
Lo peor es que yo estuve cerca de ese punto. Hubo un mes en el que tuve que pedir ayuda a mi familia para pagar la cuota de autónomo, y otro, en el que suspendí temporalmente los pedidos porque no podía comprar más materiales. Si me preguntan cómo me sentía, la respuesta más corta es: frustrada. Piensas que podrías estar creciendo, expandiéndote, abriendo nuevas líneas… pero estás frenada por una inercia económica que no depende de ti.
¿Y entonces, qué hacemos?
Lo primero es reconocer que el problema no eres tú. Que tener que esperar para cobrar no es culpa tuya, ni señal de que lo estés haciendo mal. Es parte del sistema, y muchas veces, un fallo estructural de cómo se gestiona el trabajo autónomo en este país. Pero, aun así, hay cosas que puedes hacer.
Por ejemplo, aprender a poner condiciones claras:
- Pide anticipos para comprar los materiales, y un poco para ir tirando. Muchas veces, el cliente te deja tirada ¡Y eso no puede ser! Puedes exigir que al menos, se pague una parte al confirmar el encargo.
- Incluye cláusulas en tus presupuestos sobre los plazos de pago: si el proyecto es largo, no puedes esperar 3 meses para cobrar como me iba pasando a mí, ni lo pienses.
- Establece penalizaciones por retrasos: piensa que el pago es sagrado ¡Es lo que te da de comer! No toleres ningún comportamiento abusivo sin más.
- Di no cuando las condiciones no te permiten sobrevivir. Porque a veces, lo más profesional que puedes hacer es rechazar un encargo que te va a dejar en números rojos.
También puedes aprender a utilizar herramientas de financiación puntual, sin que eso suponga endeudarte a largo plazo. Si cometes el error de aceptar algo como un “pagaré”, siempre te ayudará en una situación de emergencia como la que tuve yo.
Y, por supuesto, apoyarte en otros artesanos. Comparte tus experiencias, habla abiertamente de precios, condiciones, cobros, ya que muchas veces el silencio entre nosotros alimenta la precariedad. Nos da miedo parecer poco solventes, pero la realidad es que todos hemos pasado por eso. Todos hemos tenido miedo a quedarnos sin blanca, y cuanto más lo visibilicemos, más fuerte será la red que nos sostiene.
Estos pensamientos me ayudaron a seguir.
¡No queremos dejar de hacer lo que amamos! Queremos poder vivir de ello con dignidad. Poder planificar, pagar sueldos si llega el momento de contratar, alquilar un local sin miedo, invertir en maquinaria sin temblar. Eso no debería ser pedir demasiado, así que no te llames a ti mismo exigente.
Solo necesitas un poco de estructura, un poco de cultura de pago justo, y herramientas que nos den margen cuando el tiempo del dinero no acompaña al tiempo de la creación.
Para cerrar, una reflexión sencilla.
Si eres artesano o estás pensando en serlo, no dejes que esto te desanime, pero tampoco entres a ciegas por favor.
Saber lo que te vas a encontrar te ayudará a disponer de las herramientas que necesitas, pero recuerda que siempre puedes poner tus propias condiciones. Si decides aceptar encargos, que no te pillen por sorpresa: piensa en tu negocio y en tu sueño, y pide lo que necesites.
Además, no estás solo. Hay formas de lidiar con esto, técnicas, condiciones que puedes aprender a negociar, soluciones para cuando el pago se atrasa ¡Y mucho más! Y ahora, gracias a este artículo y a la experiencia que compartí contigo, sabes mucho más.
Porque sí, es verdad que ser artesano es muy bonito, y sinceramente lo prefiero antes que trabajar para nadie…Pero piénsalo: más bonito aún es poder seguir siéndolo sin hundirte ¿Verdad? ¡Así que no lo permitas!